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El compromiso que Naciones Unidas quiere conseguir en la cumbre de diciembre próximo en Copenhague para atenuar los efectos del cambio climático encontró hoy aquí una piedra en su zapato: Estados Unidos.
La negativa de la delegación norteamericana en la conferencia de Barcelona a poner sobre la mesa cifras concretas sobre su reducción de gases de efecto invernadero, convirtió casi en utopía el logró de un futuro acuerdo vinculante en la capital danesa.
Esta cita en la llamada ciudad Condal, iniciada el pasado lunes, fue considerada por la ONU como una de las últimas posibilidades de llegar a un consenso en torno al clima, previo a la reunión en Dinamarca, fijada para el venidero 7 de diciembre.
En una confesión que no dejó margen a dudas, el negociador de Washington Jonathan Pershing dijo que su país no está en condiciones de ofrecer una cuota sobre reducción de dióxido de carbono (CO2), como exige la comunidad internacional.
Incluso fue más allá en sus declaraciones cuando señaló que la administración del presidente Barack Obama tampoco está dispuesta a refrendar un pacto que no comprometa a las naciones en vías de desarrollo respecto a sus emisiones de CO2.
La postura de la potencia norteña contrastó, sin embargo, con la asumida por la Unión Europea (UE), que se comprometió a agotar todas las vías posibles para obtener un acuerdo vinculante jurídicamente.
El máximo representante del bloque comunitario en la reunión de la capital catalana, Artur Runge-Metzger, ratificó la decisión de la UE de disminuir hasta un 30 por ciento los gases contaminantes en 2020. A su juicio, el futuro convenio debe incluir reducciones ambiciosas de gases para las naciones ricas, incluida Estados Unidos.
Para la representante española en las tratativas, Alicia Montalvo, la conferencia de Barcelona sirvió para esclarecer la posición de cada país y eliminar opciones de cara a las negociaciones finales.
En un intento por alejar el fantasma del fracaso que merodeó el encuentro de cinco días, el secretario ejecutivo de la Convención Marco de la ONU para el Cambio Climático, Yvo de Boer, dijo que los gobiernos todavía pueden alcanzar un gran acuerdo.
No obstante, descartó que en Dinamarca se consiga un tratado internacional sobre el complejo tema, y auguró que un acuerdo con todas las de la ley requerirá entre tres meses y un año.
Copenhague será un punto de inflexión, opinó De Boer, quien anticipó la presencia de al menos 40 dignatarios en esa cumbre, de la cual se esperaba saliera el texto que reemplazaría al Protocolo de Kyoto.
Insistió, además, en que será necesario aprobar un plan de 10 mil millones de dólares para ayudas inmediatas a los estados subdesarrollados, con el fin de que puedan controlar sus emisiones y mejoren sus estrategias de adaptación.
En Dinamarca deberá establecerse una fórmula para compartir esos gastos, con cuotas específicas de las naciones industrializadas, puntualizó.
Los países industrializados pretenden que paguemos dos veces: reduciendo nuestras emisiones de CO2 y sufriendo las consecuencias del cambio climático, ya palpable en el llamado tercer mundo, denunció el Grupo de los 77 (G-77).
El G-77, que agrupa a las naciones africanas, latinoamericanas y asiáticas, lamentó la falta de compromisos de los ricos, y se preguntó cuánto más podían reducir los pobres sus emisiones de gases de efecto invernadero si ni siquiera tienen luz eléctrica.